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“¿Cómo vas a ir a un edificio sola? ¿Qué tal si es trata de blancas?”, le dijo su madre a Pilar cuando le contó que iría a una entrevista a Laboratoria, un proyecto que ayuda a miles de mujeres en México y Latinoamérica para comenzar una carrera en tecnología. En seis meses, le enseñan a sus estudiantes a programar; y si no consiguen empleo al terminar, no tienen que pagar el curso.

Pilar Figueroa tiene 24 años y estudió Relaciones Internacionales en el IPN, la segunda institución del país que produce más publicaciones académicas en México, de acuerdo con el Ranking Mundial Webometrics, que mide la actividad científica y académica en Internet entre más de 11 mil universidades del mundo;  pero cuando la joven egresó sólo encontraba trabajos como becaria o auxiliar contable.

“Trabajando en un banco, me pagaban 6 mil pesos mensuales. Era un trabajo super exhaustivo. Tenía que entrar a las ocho de la mañana y salía a las seis o siete. En este campo de desarrollo a veces se te duplica o se triplica el sueldo”, cuenta Pilar, refiriéndose a sus nuevas habilidades en código.

Pilar ahora es una excepción en el contexto mexicano. Pues son pocas las mujeres que consiguen un empleo. En América Latina, 30% de las mujeres entre 15 y 29 años no estudian ni trabajan, según La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico​. Mientras que este porcentaje es de 11% en los hombres. Además, la gran mayoría de las mujeres que trabajan terminan en el mercado informal o en oficios poco remunerados, ganan en promedio 32% menos que los hombres, a pesar de tener un nivel de estudios similar.

A un año de haber egresado de Laboratoria, Pilar trabaja como Front-end Engineer, creando aplicaciones en Crowdbotics, una empresa que desarrolla software en Berkeley, California. “Ahora trabajo desde mi casa y me pagan en dólares”, cuenta.

El salario promedio inicial de una egresada de Laboratoria ronda los $800 dólares, es decir más de 15 mil pesos, el cual es tan solo su punto de partida en su carrera en el mundo de la tecnología.
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A pilar, Laboratoria no sólo le dio la oportunidad de triplicar su salario y aprender programación, también la llevó por primera vez a Europa, a la semana de tecnología de la UNESCO.

Compitió contra 800 egresadas para presentar su historia en un foro internacional y representar el impacto de este emprendimiento social, pues más del 80% de las estudiantes consigue trabajo en cada generación.

Vania escucha a Pilar con una sonrisa en el rostro. Lleva apenas unos meses en Laboratoria, pero observa un espejo de su futuro. Durante el bootcamp les enseñan a trabajar en equipo y a apoyarse entre sí. “Las personas y las interacciones sobre los procesos y las herramientas”, es uno de los valores que utilizan en su día a día para laborar de forma ágil.

Vania Ramírez tiene 27 años y estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Vive en la zona alta de Tlalpan y hace dos horas de camino para llegar a La Roma, donde están las oficinas de Laboratoria, pero no le importa. Aunque consiguió empleo en su área, no tenía un buen salario. “Al principio entré como maestra para la Secretaría de Educación de la Ciudad de México que tenía un proyecto de alfabetización. Me daban un apoyo de 3 mil pesos mensuales”.

“El crecimiento que obtuve en tres años no era suficiente para que pudiera independizarme. Aunque el área educativa está dominada por las mujeres, en el área gubernamental, los puestos más altos son exclusivamente dominados por hombres, y yo me daba cuenta que para las mujeres sus tomas de decisión estaban totalmente mermadas”, explica.

Mientras Vania trabajaba en gobierno sufrió acoso por parte de uno de sus jefes. “Denuncié se hizo todo un protocolo. Y yo tuve que decidir si invertía mi poco dinero y esfuerzo en una demanda judicial, cuando sabía que estaba en una desventaja social, porque comparados mis ingresos contra los de la persona que yo estaba demandando, era muy difícil que tuviera éxito”.

“Desde que sufrí esa experiencia, sentía que para nosotras como mujeres es más difícil todo. Cuando llegué a Laboratoria y me di cuenta que iba a compartir el salón con 70 mujeres fue un reto que me gustó mucho, porque he tenido la apertura para conocer a las chicas. Aunque llevo siete semanas, siento que ya somos una familia, y eso es algo que no me había pasado antes”.
 

La peruana que inició todo

Mariana Costa, de Perú, es la cofundadora y CEO de Laboratoria. “Yo estaba viviendo fuera en Estados Unidos, y cuando regresé a mi país; con dos socios, de hecho, uno de ellos es mi esposo; comenzamos una agencia de desarrollo web. Con eso nos dimos cuenta de que era muy difícil encontrar talento en un segmento con muchísima demanda. Y la otra es que si ya era difícil encontrar programadores, era casi imposible encontrar programadores mujeres”.

Programador de software es la carrera que tendrá mayor crecimiento en la próxima década en América Latina, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo. La región va a necesitar más de 1.2 millones de programadores en 2025 y hoy en día no se están preparando suficientes profesionales para ocupar esos puestos de trabajo.
La agencia de Mariana comenzó a crecer, sin embargo las únicas mujeres en el equipo eran ella y una diseñadora gráfica. “Nos empezamos a preguntar por qué, y qué podíamos hacer para cambiar eso”. Así, en 2014, la joven y su esposo decidieron crear Laboratoria.

Desde que este proyecto surgió, empezó a crecer a pasos agigantados. En 2016 recibió la llamada del Departamento de Estado de Estados Unidos para invitarla a participar en la Cumbre Global Entrepreneurship Summit con Mark Zuckerberg y Barack Obama.“Diecisiete días después de traer un bebé a este mundo, tomé un avión para decirle al Presidente de los EE.UU. y al fundador de Facebook sobre Laboratoria. Fue difícil irme, pero sentí que se lo debía a Laboratoria, que en cierto modo fue mi primer bebé”.

“La verdad que fue una experiencia super bonita, también fue difícil porque tenía una bebé recién nacida. Lamentablemente venimos de un mundo donde la carga de la maternidad y el cuidado del hogar le ha caído super desproporcional a las mujeres, y por eso un tercio de ellas no tienen ingresos propios. Mi esposo como yo contribuimos en el trabajo en la casa. Cuando yo me fui él, se quedó con la bebé, que es lo mismo que yo hubiera hecho por él”, explica.

Laboratoria tiene alianzas estratégicas con más de 200 empresas que contratan a sus egresadas; entre ellas Google, Microsoft y el Banco Interamericano de Desarrollo. Al final del curso, organizan el “Talent Fest” un evento donde las estudiantes pueden demostrar sus habilidades y tienen la oportunidad de conseguir un trabajo.

“Cuando estuve en el Talent Fest, conocí geologas, pianistas, amas de casa, son ocupaciones que no tenían nada que ver con tecnología. Dieron ese pivote y lo hicieron con ganas de hacer eso nuevo y el hecho de que llegaran al final, es un gran ejemplo de que les gusta mucho lo que están haciendo”, dice  Arturo Robles Maloof, vicepresidente senior del Agile Dojo en CitiBanamex.

“Habíamos pensado inicialmente colocar a cuatro. Después de ver lo que vi, el talento que tenían las chavas, las ganas. Era impresionante ver los resultados después de seis meses cuando antes no sabían nada del tema. En ese momento le hablé a mi área de Recursos Humanos, les dije ‘no es tan fácil conseguir talentos femeninos de este estilo’, así que contratamos a seis”.

Arturo admite que en tecnología han tenido algunos problemas para reclutar perfiles de mujeres que sepan programary desarrollar, pues la mayoría de quienes postulan son hombres. “Laboratoria nos ha ayudado mucho con esto. De hecho, conozco a mujeres brillantes que son desarrolladoras. Creo que las mujeres no se acercan a la tecnología por algo cultural y que ya tenemos arraigado en México”.

Después de ver cómo Laboratoria cambió la vida de Pilar, su madre modificó su percepción sobre el proyecto. “Ella y mi familia, están felices y orgullosos no sólo de mí sino de todas las generaciones que hay actualmente”. Pilar acaba de aplicar para obtener una beca en China en la empresa de alta tecnología,Huaweii, y transformar su realidad una vez más. “Ya le prendí la velita al Santo”, bromea.

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